El monstruo de colores

Publicado el 24 septiembre, 2019

Diseñadores: Josep M. Allué, Dani Gómez / Ilustradora y autora: Anna Llenas /
2-5 jugadores / 25 min. / 4+ años / Editorial: Devir

El monstruo de colores, al igual que el libro homónimo en el que se basa, aborda el tema de la inteligencia emocional.

La inteligencia emocional es la habilidad de identificar y reconocer las emociones propias (autoconocimiento) como las de otras personas (empatía). Está relacionado con la conducta que tenemos con el entorno y con las personas que nos rodean. Esta capacidad se adquiere a lo largo del tiempo, a base de experiencias, relacionando conceptos y finalmente, conociéndose a uno mismo.

En un plano inicial, que es lo que nos presenta el juego, es un primer contacto con los sentimientos. Los niños van creciendo e interactúan con otros niños y con el entorno que les rodea. También toman decisiones, aunque no sean conscientes de las consecuencias que puedan llegar a tener. Normalmente esas decisiones son impulsivas, fruto de su inexperiencia con este nuevo idioma que es la inteligencia emocional, y pueden llegar a sentirse confusos y frustrados. El monstruo de colores representa una magnífica oportunidad para escuchar sus sentimientos, experiencias o problemas y enseñarles que es correcto sentirse enfadado o triste cuando la ocasión lo requiera. El problema empieza cuando las emociones toman el control; se vuelven muy fuertes, están fuera de lugar o duran demasiado tiempo. Cada emoción tiene su lugar y también tiene un mensaje importante que transmitir, nos permiten entender lo que nos pasa y afrontarlo.

El juego trabaja con emociones básicas y las asocia a un color para facilitar su identificación:

El objetivo del juego es intentar ayudar al monstruo de colores a diferenciar sus emociones y guardar cada una en su tarro correspondiente, pero no va a ser una tarea fácil ya que los tarros están mezclados.

El monstruo de colores se ha levantado raro, no sabe qué le pasa. Dice que siente muchas cosas a la vez y rápidamente nos damos cuenta que se ha hecho un lío con las emociones,

¡Por eso está tan confuso! Como amigos del monstruo, ¡debemos ayudarle a ordenar las emociones, cada una en su lugar!

Abriendo la caja nos encontramos varios componentes que describiremos a continuación. Los materiales son de una calidad excelente: troquel de cartón grueso, piezas de madera grandes y resistentes:

El tablero está dividido en seis casillas, una por cada emoción: Amor, alegría, miedo, rabia, tristeza y calma. Sobre el tablero, se pondrán las fichas de las emociones, cada una en su color. La casilla que queda libre, el Amor, es la casilla inicial, donde colocaremos al monstruo de colores. Los jugadores están representados por una única pieza que se comparte: la figura del monstruo.

Las jarras se colocan en las estanterías de tal manera que su lados con los colores queden ocultos. Los jugadores sólo verán 8 tarros vacíos (en blanco). Nuestro objetivo es recorrer el tablero con el monstruo, recolectar las cinco fichas de emociones y colocarlas en su jarra correspondiente. ¡Pero cuidado! ¡Hay 3 jarras con revoltijo de colores!

Por orden de turno, cada jugador lanza el dado y aplica el resultado. Con un 1 o un 2, el jugador avanza la figura del monstruo en la dirección que quiera. Si el resultado es la espiral, podemos ir directamente al color que queramos. Al caer en una casilla, el jugador deberá decir una experiencia o algún pensamiento relacionado con esa emoción. Imaginemos que alguien cae en la casilla azul. En ese caso, ese jugador tendría que decir algo como:

«He perdido un calcetín, creo que la lavadora se lo ha comido y eso me ha hecho sentir triste.»

Después, el jugador reclama la ficha de la emoción (si la hay), elige un tarro donde introducirla y voltea la jarra para comprobar si ha acertado con el color. Podrían darse las siguientes situaciones:

  • Si la ficha coincide con el color que contiene el tarro, se mantiene dentro. ¡Ahora estamos más cerca de la victoria!
  • Si la ficha no coincide se devuelve a su lugar en el tablero y la jarra se devuelve a su posición. Todos los jugadores deberán recordar el color de ése tarro para que, cuando consigan la ficha correspondiente, puedan almacenarla ahí.
  • Si el tarro resulta tener un revoltijo de colores: la ficha se devuelve a su lugar en el tablero, la jarra se mantiene vista, enseñando el embrollo de colores, y se cambian de posición dos jarras blancas.

Cuando un jugador haya tirado el dado y aplicado sus efectos, pasará el turno al siguiente jugador. Tendremos que andarnos con mucho cuidado con los revoltijos porque, además de confundirnos cambiando las jarras de sitio, pueden desencadenar el final de la partida. Perderemos si se desvelan los tres revoltijos antes de que podamos ordenar las emociones en sus jarras correspondientes. El monstruo quedará tan confuso que no será capaz de distinguir las emociones.


El monstruo está confuso, por eso está pintado con todos los colores.

No estaremos solos ante este desafío de memoria, ya que contaremos con la ayuda de la niña que, al igual que nosotros, es una amiga del monstruo. La niña está representada con una pieza de madera que también se pasea por el tablero. Si sale su resultado en el dado, se moverá a la casilla donde se encuentre el monstruo y nos permitirá dar la vuelta a una jarra que contenga un revoltijo, mostrando su lado oculto. ¡Esto nos dará más tiempo para ordenar las emociones!

¡Ganaremos la partida si conseguimos ordenar las emociones!

En mi opinión, el monstruo de colores es una valiosa herramienta para introducir y desarrollar la inteligencia emocional de infantes y de niños.

Creo que es un juego muy polivalente, puede aplicarse tanto en un entorno familiar como en talleres o aulas. Además, permite un elenco variado de jugadores. Se puede jugar con cualquier combinación de jóvenes y adultos, con niños o incluso invitar a preadolescentes o hermano/as mayores a participar. Como habéis visto, el sistema de juego es muy accesible y, aunque los niños podrían jugar solos, se recomienda que esté presente una figura responsable que modere la partida, que mime el ambiente y proporcione suficiente confianza como para que los niños expresen sus sentimientos sin miedos.

Recordemos que la inteligencia emocional no se puede aprender de forma académica: es una habilidad que se adquiere con la experiencia, y este juego puede ayudar a proporcionarla. Además de eso, el juego inculca otros valores importantes para los niños, como la colaboración, la comunicación y la escucha activa, esenciales para el desarrollo de la empatía.

Trasladar el libro a un juego de mesa me parece un gran acierto, ya que es una extensión para profundizar más, convirtiendo la historia en una experiencia. Las mecánicas sencillas pero retadoras incitan a los participantes a jugar a menudo. La cooperación está muy bien integrada y da pie a entablar relaciones. Todos los componentes del juego están enmarcados en un arte impreciso y cándido con el que los niños se sienten muy identificados.

En un mundo donde se nos ha acostumbrado a contener o suprimir nuestros sentimientos como si fuera indecoroso, vergonzoso o simplemente inapropiado me alegra ver que, poco a poco, se aplican nuevas iniciativas en la educación. Que nuevas generaciones de padres comiencen a preocuparse por potenciar el desarrollo de la inteligencia emocional de sus hijos podría aportar a que, en el futuro, seamos más honestos con nosotros mismos y más respetuosos con los demás.

Me ha encantado el monstruo de colores

En definitiva: el Monstruo de los Colores es un juego-herramienta maravilloso que puede ayudar a los niños a comprender mejor ese nuevo idioma que es para ellos la expresión y comprensión de sus emociones.

Ana FG [GTS Madrid Norte]

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